El día en que Mariano Rajoy
decidía que “la crisis es historia del pasado”, sus
amigos estimaban que él y sus ministros deberían cobrar más dinero por lo que
nos hacen. Era el mismo día en que Falciani era acusado de “espionaje industrial”
por la banca suiza, mientras Amancio Ortega voceaba 1.700 millones de beneficios
en 9 meses, gracias a su laboriosidad prodigiosa. Sí, es esta la misma jornada en
que las bolsas europeas se desplomaban ante el adelanto de unas elecciones, que
en breve llevarían al poder a la izquierda griega. Fue el día en que el PP aprobaba, en solitario,
la ‘Ley Mordaza’ que nos obligaba a acatar estos “nuevos tiempos de bonanza”.
Y es que ese día en que me disponía a disfrutar de "las primeras Navidades de la
recuperación", me notificaban que las empresas del Ibex 35 acumulaban 22.144
millones de ganancias en lo que va de año, que el partido en el poder
descabellaba oficialmente al juez (Ruz) que lo tiene en tela de juicio, que los
inmigrantes podían ser legalmente devueltos ‘calentitos’ y en caliente en la
frontera, que los potentados del fracking hacían que el petróleo bajara un 30%
sin que tu coche se enterase.
Claro que sí, tal día como hoy fue, con los alientos impunes de una infanta
y una ministra soplándome en la nuca, me comunicaban en el INEM que mi ridícula
prestación de 2 ceros raquíticos quedaba suspendida hasta “nueva orden”. Así
es, porque debía ser culpable de no pertenecer a los que hacen que la crisis
pase a la historia. Porque, según ellos, no obedecía a sus controles de
humillación ciudadana. Porque no llevaba la mordaza como dios manda. Porque era pobre y estaba parado. Porque aspiraba a ser buena persona. Porque carecía de ambición para aparecer en los enlaces de este artículo. Sí, me privaban de mi derecho hasta “nueva
orden”. Y esa orden la darán ellos. Sólo ellos. Los de arriba.
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