La PESTE de 1649 quizás haya sido la mayor catástrofe padecida por Sevilla y la crisis epidemiológica más mortífera conocida por una ciudad en este país. Murieron al menos 60 000 personas (de un población total de más o menos 130.000), lo que representaba el 46 % de sus habitantes.
Sevilla hasta ese momento fue la capital económica del imperio, una ciudad sumamente cosmopolita, que a duras penas conservaba el monopolio del comercio con América. A partir de aquel horror, nuestra ciudad entró en una profunda crisis y jamás volvió a recuperarse del todo. La muerte, representada en sus Cristos, imágenes y tradiciones quedó grabada a fuego para siempre en la ciudad de la Contrareforma y de la Purísima Concepción. Somos, para bien o para mal, fruto de aquella epidemia, de la Buena Muerte, del Buen Fin, de Valdés Leal.
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